Con recogimiento y unidad queremos exaltar el legado de nuestra amiga, compañera, maestra, hija, esposa, hermana, tía; a la investigadora del coraje, cuya vida y obra dejan una huella imborrable en la academia, la investigación, la educación, la construcción de paces y en todas las geografías de nuestros corazones.
A María Camila la anteceden los adjetivos académicos: destacada investigadora; doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud Summa Cum Laude del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (CINDE) y la Universidad de Manizales; doctora en Estudios de Medios y Comunicación de la Universidad Libre de Bruselas y el TAOS Institute; Magister en Psicología Clínica Orden al Mérito Académico de la Universidad Javeriana; Psicóloga Summa Cum Laude de la Universidad de los Andes; docente investigadora del Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud y de la Maestría en Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Manizales y el CINDE; coordinadora nacional del eje de Investigación e Innovación; coordinadora del campo de Producción de Conocimiento del Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud (CEANJ) y la Universidad de Manizales… y la lista continúa.
Como coordinadora de la línea Socialización política, construcción de paces y subjetividades de la Maestría en Educación y Desarrollo Humano, y del Grupo de Trabajo “Infancias y Juventudes” de CLACSO, al mismo tiempo miembro del comité de la Red Iberoamericana de Posgrados en Infancias y Juventudes (RedINJU); su misión siempre estuvo enfocada en impulsar incansablemente la labor académica de forma continua, ética y política en Colombia, Latinoamérica y el Caribe. Labores y aportes que se reflejaron de manera lúcida en sus diversas publicaciones, encaminadas al estudio y acompañamiento de las niñeces, las primeras infancias, la construcción de paces y de subjetividades, desde un profundo y apasionado conocimiento del construccionismo social.
Entre sus proyectos más destacados, se encuentra el programa “Convidarte para la Paz: Territorios de cuidado para el desarrollo humano desde la primera infancia en contextos rurales”, trabajo que materializó su profundo compromiso con los niños, las niñas, las juventudes, y con la investigación sentipensada desde los territorios más vulnerables de Colombia. Con una apuesta siempre desafiante de las narrativas tradicionales y hegemónicas, demostró cómo el lenguaje en todas sus expresiones, la interacción y la justicia epistémica en la interacción investigativa, configuran un puente otro hacia la reconciliación, la participación genuina y la esperanza.
Aun así, María Camila, Cami, la maestra, siempre estuvo por encima de su trayectoria académica. Podría decirse que siempre fue más que sus propias circunstancias, que sus títulos o su labor intelectual. Mas allá de ser una tutora en estudios posgraduales, más allá de su impronta como investigadora fecunda, fue una maestra que inspiró, a través de su inmersión permanente y honesta en cada proceso, en cada observación, en cada ajuste que sugería, toda una red de investigadoras e investigadores, de amigas y de amigos que resonaron, resuenan y resonarán por mucho tiempo con su pensamiento y perspectiva existencial.
Fue también una mujer que acogía, abrazaba, miraba con los ojos del corazón y apoyaba con ánimo, alegría, determinación. Fue un ser luminoso que supo ser hija, ejemplo y camino para contemporáneos y generaciones que crecieron junto a ella. Fue sombra y enigma cuando debió serlo; fue soleado pensamiento nocturno, fue río en tiempo seco y sequía en tempestades tumultuosas.
En sus textos hilaba voces, ojos, metáforas, para resignificar el dolor y el desarraigo con el juego, la unión, el lenguaje de los gestos, el fuego de la amistad y los calores del cuidado. En las tesis acompañadas, en los centenares de tesis alumbradas bajo la llama de su guía, como la de David Arturo Ospina Ramírez, Omar Andrés Camacho, Esteban Chancy, María Camila Reyes, Diana Figueroa, entre muchas, logró siempre una sinergia que trascendía el interés académico, el simple gesto magistral, para acercarla a quienes transitaban sus procesos profesionales, académicos y vitales. Incluso su voz, como una suerte de epístola dictada en perspectiva de porvenir, aparece en la tesis de David contando que:
“Desde niña, entre risas y juegos, recuerdo la enfermedad de otras personas como una sombra que acompañaba la vida. En momentos también me volteaba a ver y descubría allí esa sombra en mí. Mientras disfruté, gocé y aprendí en aquel entonces, también experimenté el dolor más fuerte de mi vida, el de ser mordida por un perro, lo que me asustó y generó lágrimas en mí y en mi familia, pero no me robó nunca la sonrisa. Fui una niña plácida, que disfrutaba de las picardías y me reía de la vida. No había nada mejor para mí que jugar y reír a carcajadas”.
Quienes tuvimos la oportunidad de conocerla, de sentirla en cercanía, de escucharla, de hablarle, de verla vivir, se nos es sencillo describirla llena de ternura, sencillez, brillantez, y con disposición feliz constante, lo que le otorgaba una enorme capacidad de apertura, con una hermosa y potente aura de calidez. En este mundo donde muchos construyen cárceles, o se encarcelan en sus palabras, Cami parecía fabricar espejos en los cuales la belleza se expandía, con los cuales reflejaba lunas y amaneceres, donde no se repetía el pasado, sino que se proyectaban futuros.
Nunca vivió en la eterna periferia de la indiferencia, al contrario, todo en ella fue un encender luces en la alcoba, un arropar fríos epistémicos, un acoger desde la entrada. Le gustaban las quebradas, el agua, las corrientes, porque en ellas se hacía amiga de los peces palpitantes que pueblan de espuma las orillas. Su sonrisa entraba sin permiso en las ventanas, y a veces sus palabras eran un oráculo que anunciaba la llegada de las lluvias bogotanas.
Fue (y es) coraje, disciplina, rigor, talismán, estímulo, inteligencia fraterna, empatía, la ingenuidad infantil que le daba una lucidez pedagógica inmensa, la didáctica de las palabras, el cultivo del trabajo; cualidades que también tienen su mamá Toya, y su papá Héctor Fabio, educadores, soñadores, exploradores, pioneros en la creación del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (CINDE).
Hacerle biografía a la maestra, a Cami, es un deber, porque su propia vida fue un acto político que vigorizó con coraje la voz de la esperanza. Su andar, marcado por desafíos personales, seres maravillosos, lecturas increíbles, compañías ilimitadas, música por todas partes, fue también un testimonio de resistencia, familiaridad, compromiso político, pasión por el camino y amor por la humanidad. Desde su infancia, un espíritu de solidaridad la llevó a dedicar las fuerzas de su existencia a transformar el dolor en esperanza, la enfermedad en potencia y el futuro en pluralidades más dignas para las nuevas generaciones.
Hoy, en medio del dolor por la partida de su espíritu hacia un nuevo horizonte, pero con la inquebrantable certeza de su eternidad de pájaro en nuestros cielos, celebramos su vida, su legado, su sonrisa, sus palabras, sus luchas, sus militancias. Recordar a una mujer que hizo del conocimiento un acto de amor, y de su vida una fuente de inspiración constituye una manifestación de la memoria, un acto de resistencia ante el olvido y la fugacidad de la vida, pues nos enseña que el poder del trabajo colectivo y la importancia de reconocer las capacidades de los demás son el camino para cocrear certezas inmortales de esperanza.
En este momento de duelo y reunión, de sentires profundos y reflexión para nuestra institución, cuando las aguas parecen hondas y oscuras, cuando constatamos con su ejemplo que no existe vida, que, aun por un instante, no sea inmortal, anhelamos que su permanente juventud, que sus ojos-bosque, que su memoria y su trabajo comunitario nos impulsen a seguir construyendo un mundo más justo y humano, tal como ella soñó.
“Ahora solo quedan los aprendizajes, el valor de la familia y los amigos y amigas, la importancia de la alegría y la felicidad, la vitalidad de la música y el baile, la tranquilidad de los mandalas, la necesidad de la naturaleza, la fuerza de decidir salir adelante, lo esencial del agradecimiento, el milagro del amor”. (María Camila Ospina Alvarado, marzo de 2024).
Tesis doctoral: Metáforas de Vida: Narrativas sobre la Experiencia del Cáncer y el VIH de Niños, Niñas y Jóvenes, David Arturo Ospina Ramírez.